Que el mal rollo inunde este blog.
Hoy quiero hablaros de los mareos. Tranquilos, no me pondré en plan facultativa, sólo quiero quejarme.
El mareo siempre es una putada. Hasta aquí estaremos de acuerdo.
Si eres mujer, encima tendrás que soportar la horrorosa broma del “¿no estarás embarazada?”. Hombre, si cada vez que me baja la tensión tuviera que tener un hijo, ahora superaría con creces a Julio Iglesias y Papuchi juntos.
Está el mareo vértigo, que es como si te bajaras de una montaña rusa pero a lo bestia y sin pagar entrada. Una cogorza gratis. También hay quien la compara con una borrachera, pero aquí no puedo opinar. No me miréis así, nunca me he emborrachado, cosas que pasan por ser una niña buenecita, muahahahahahaha.
Al ser gratis, hay quien puede pensar que esto es bueno, ¡pero no, amigos!. La cogorza gratis deja de ser divertida cuando quieres quitártela de encima y notas que es más jodido que hacer las piruetas de Bisbal. Piensas que puedes hacerlo, pero cuanto más lo intentas, más te mareas.
Y lo peor no es el propio mareo, lo peor son las consecuencias. Que intentas caminar recto y tus pies que tararí, haciendo un pase de modelos. Cruza una pierna por aquí, ahora me detengo y me abro de patas, retrocedo dos pasos, vuelta y … ¡caída de culo!.
Si caminar por las nubes es como estar mareado, yo prefiero pisar suelo firme. O me aseguran que las nubes no están tan duras como las baldosas, o me niego a dar una vuelta por el cielo (el cielo puede esperar, es eterno… qué más le da). Además, no me gusta el queso Philadelphia, y si me caigo de cara no me gustaría zamparme una loncha de nube aquesada.