Lo mejor siempre está “a tomar por culo”.
De ahí que la humanidad se empeñe en viajar cuanto más lejos mejor.
Todo empieza de pequeños, cuando somos aún bebés y nos colocan esos aparatos giratorios encima de la cuna. Vemos payasos, lucecitas y campanillas que nos llaman, pero que por mucho que alargamos nuestros bracitos, jamás alcanzamos. Y eso si conseguimos sacarlos de la sábana. ¿Por qué se empeñan las madres en someter tanto las sábanas? ¿no sería mejor amarrarnos con el alambre del pan Bimbo?.
Cuando damos nuestros primeros pasos, lo que también cría patas es la caja de galletas, que se desplaza al úuuultimo estante.
Esto es para que mientras los huesos sean esponjosos, nos esforcemos para estirarnos y seamos altos. Gasol es así porque le pusieron la caja de galletas en casa de la vecina de arriba.
Y en los cumpleaños ¿dónde ponen los sándwiches de nocilla? Esfectivamente ¡a tomar por culo!. Miramos a nuestro alrededor y sólo vemos mortadela en tubitos (como si así fuera más apetecible) y sándwiches ¡de fuagrás! (que hasta la palabra da asquito). La nocilla se la está zampando en la otra esquina tu amiguito Jorge, el que te ha regalado un muñeco de Pokemon de los Bollicao y porque lo tiene repe.
En la época de ligoteo nos parece interesante la persona que está al fondo de la barra, dándole vueltas a su vaso, absorto/a en sus pensamientos. Si nos acercamos descubrimos que está ‘a tomar por culo’ porque su aliento huele a culo de la borrachera que arrastra.
Por todo eso de mayores nos vamos a China (teniendo un chino a la vuelta de la esquina), a Australia (para ver un canguro igual que el que vimos en el zoo), a Brasil (que si todos son como Ronaldinho…), o a California (por si se nos pega algo).
Cuando vemos la factura de la agencia se nos quedan los ojos achinados, damos un brinco, se nos desencaja la cara y con glamour decimos que vamos a consultarlo con la familia.