Hola, me llamo Andrea y hace unos días estaba viva.
Todo empezó cuando se me ocurrió independizarme. Todo hogar necesita plantas pero a mi no me gustan mucho, así que quise encontrar el punto friki para hacerlo un detalle personal. En la floristería me recomendaron una planta carnívora.
No me gusta el olor del KillPaff y aquella maldita planta me dejaba la casa sin mosquitos ni otro insecto. Perfecto. Todo iba bien hasta que un día al regarla me mordió un dedo. La infección se me propagó rápidamente y apenas pude decir "cagonlap...". Caí redonda. Bueno, alargada. En el suelo ya me puse redonda porque empecé a hinchar. Exploté y de la onda expansiva mi alma revivió.
Ahora soy una zombi. Pero no un muerto viviente cualquiera. Como venganza a aquella planta puñetera, me he vuelto vegetariana. De viva adoraba los chuletones y hasta el hígado encebollado. Mi misión ahora es cazar (¿o cosechar?) y comer vegetales vivos. Rechupeteo la savia bruta y se me cae la baba con la savia elaborada. A veces también se me cae la mandíbula pero eso es porque estoy muerta.
Sí, soy una zombi vegetariana.
Este verano iré de vacaciones al Amazonas. Me lo voy a pasar teta. La única teta que tengo. La otra la perdí junto al bazo cuando escapaba de un campesino escopetao. Le comí todas las berzas y en la alambrada me enganché cuando le oí gritar "te voy a dejar como el froilán, mangarrián!!".
No te creas, con esto de la crisis de la agricultura, me resulta difícil encontrar granjas fértiles. Suerte que al morirme cambié de trabajo y el nuevo me va mejor pa lo mio. Antes estaba muerta de aburrimiento en la oficina de la aseguradora. Ahora que estoy muerta me siento más viva porque el ayuntamiento me contrató para cortar el cesped de los jardines. No gasto gasolina y cuando cago fertilizo. Ayer me subieron el sueldo y creo que ya podré pasar de desayunar geranios a tréboles de cuatro hojas.
Lo malo son las noches. No puedo salir a ligar con otros zombis. Todos van a lo mismo, a por cerebros. Les ofrezco pensamientos, que son unas flores carísimas, y nada. Ya nadie se fija en unas buenas nalgas. ¡Y bien puestas que las tengo!. Robé una caja de chinchetas en el ayuntamiento, las oxidé y apenas se nota la diferencia con la carne podrida. Me ponen excusas como que las plantas que me comí durante el día están comiendo el oxígeno de mi alrededor y los dejo fatigados. Para mí que estos ya venían fatigados de casa. Y no me extraña, caminar arrastrando una pierna por los adoquines del casco antiguo es ardua tarea.
No me como un colín, pero me como muchos tallos.
Y así es mi vida. Perdón, mi muerte. Entre col y col... lechuga.