Todos huimos de algo. La sombra de lo que somos nos persigue.
Y en el camino se entremezclan otras sombras, otros adoquines que te ponen la zancadilla, otros chicles pegajosos que no te dejan avanzar o rampas descendentes que te empujan al abismo.
¿Negativa yo? No señor.
El que huye es porque tiene fuerzas para correr.
El que tiene sombra es porque existe.
El que se topa con sombras es porque tiene compañía.
El que tropieza es porque tiene aventura en la rutina.
El que se pega a chicles es porque necesita parar y reflexionar.
El que baja rampas acentuadas es porque tiene quien le empuje a seguir adelante.
Y el que vea la vida pasar, que se suba, porque igual que viene... se va.